sábado, 22 de abril de 2023

HAFTARA DE LA PARASHA 29 Y 30 Ajarei Mot-Kedoshim

 

Ajarei Mot-Kedoshim

(Vayiqra 16:1-18:30)

Haftara: Sefardi (Yejezqel 22:1-16)

Ashkenazi (Yejezqel 22:1-19)

 


Nuestras diferencias con las demás naciones

 En esta y otras parashot El Eterno, Bendito sea, es reiterativo en reclamar qedushah por parte de Su pueblo, pues sólo con la conducta adecuada, esto es, la senda de la Torah y sus mitsvot, podremos tener acceso al Shabat eterno que nos ha sido preparado desde antaño, y que es también el deseo Celestial.

 Cierto es que no debemos hacer comparaciones, en especial cuando ello se trata de elevar innecesariamente nuestro ego; no obstante, este no es el caso, pues aunque se enfatiza en hecho de que las demás naciones han hecho las abominaciones que violan flagrantemente la Torah, ello es una advertencia para mostrarnos que no es ese el camino mediante el cual podremos llegar a la conquista de nuestros ideales más sagrados.

 ¿Y por qué la advertencia? No porque el pueblo judío por haber sido escogido para los planes celestiales esté exento de caer en estas prácticas, sino más bien porque la cercanía con los demás pueblos hace peligrar constantemente la posibilidad de mantenerse en el camino correcto; es esto tan cierto, que la realidad actual nos muestra que muchas almas que han nacido en el seno de nuestro pueblo ni siquiera reconocen la Torah como su forma de vida; incluso muchas personas aceptan en forma muy natural que “no son observantes”.

 Y entonces preguntamos: ¿Realmente es este el comportamiento al que fuimos llamados? ¿Ser “judío” de nacimiento acaso nos garantiza la vida en las moradas eternas? Porque de esto ser así, podríamos pensar que quien nació en los demás pueblos sólo tiene posibilidades de volver a ser uno con El Eterno sólo “si se hace judío”, lo cual, dicho sea de paso, se ha convertido en tema polémico, pues en últimas se traduce en el pago monetario por una conversión que es bien vista por los hombres[1]. ¿Pero este pago nos hace verdaderamente judíos?[2] ¿Ser reconocidos por los hombres es suficiente?[3]

 Partamos del hecho de que El Eterno quiere que su Creación, específicamente el hombre, sin distinción de nacionalidad o condición social, sea totalmente redimida para que vuelva al perfecto estado inicial de santidad[4]. Por lo tanto, no se está haciendo ninguna exigencia diferente de vivir conforme a la Voluntad del Santo de los santos, de manera que las obras perfectas de esa forma de vida lleven al hombre a “saber comportase” cuando le corresponda habitar en la eternidad.

 Por tanto, no debemos buscar cosa diferente de buscar a El Eterno, de manera que podamos encontrarlo, lo cual no se puede hacer según nuestro propio esfuerzo, sino según lo establecido por El Eterno mismo. Y ello demanda que nos apartemos de las costumbres que hoy el mundo quiere imponer, sean éstas cuales fueren, y sin importar cuán agradables puedan parecer a nuestros ojos, porque esto no es más que un espejismo que lleva a camino de muerte.

Qedoshim

(Vayiqra 19:1-20:27)

Haftara: Sefardi (Yejezqel 20:2-20)

Ashkenazi (Ämos 9:7-15)

MMIIDC

 Una interesante conexión con la parasha precedente

 En la parasha anterior y en la presente existe una “curiosa” relación que de seguro podemos entender que en realidad no es casual. Nos referimos específicamente a sus nombres: La anterior, “Ajarei Mot” (“después de la muerte”) y esta, “Qedoshim” (“santos”), nos muestran un título sorprendente cuando los juntamos: “Después de la muerte, santos”; y este es un mensaje que nos puede enseñar muchas cosas.

 El estado de una persona después de su muerte es el de la espera de su alma para ser juzgada; y si queremos que ese juicio sea favorable a nosotros, esto es, que se complete nuestro anhelo de volver al lado de El Eterno, hemos de entender que el estado que se requiere para alcanzar tal condición debe ser el más puro, tanto que podamos ser calificados como aceptos para el Maljut hashamayim.

 Y precisamente ese estado de pureza es el que está calificado por el título de nuestra parasha, esto es, Qedoshim. No podemos aspirar a otro “estándar” inferior, pues sólo siendo “qedoshim” después de la muerte, es como podemos alcanzar el gozo de habitar en las moradas eternas. En otras palabras, sólo después de abandonar nuestro cuerpo corruptible, pero en un estado final de santidad, podemos tener la esperanza cierta de que está preparada nuestra entrada al Olam Haba.

 De aquí que ese sello que será imborrable es la “fotografía final de nuestra existencia” que debemos tratar de alcanzar. No debemos aspirar a seguir en estado de muerte, sino a entrar a la vida, aquella que no acaba jamás y que es la que nos da el “status” o “credencial” indispensable para entrar al gran Reino, al que sólo tienen entrada los escogidos de El Eterno[1].

 [1] En el sentido de que quienes alcanzan la condición de qedoshim, son los que serán escogidos por El Eterno para que de nuevo sean uno con Él.

 [1] De todas maneras tampoco estamos desvirtuando el hecho de que muchas conversiones en realidad sí son sinceras, lo que no aplica al comentario que estamos haciendo.

[2] Ver Romanos 2:28-29.

[3] Ver Gálatas 1:10.

[4] Adam Rishon fue, por supuesto, anterior a la formación de cualquier pueblo, incluido obviamente Yisrael. Ver también 1 Timoteo 2:4, 2 Kefa 3:9.

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