Ajarei Mot-Kedoshim
(Vayiqra 16:1-18:30)
Haftara: Sefardi (Yejezqel 22:1-16)
Ashkenazi (Yejezqel 22:1-19)
Nuestras diferencias con las demás naciones
En esta y otras
parashot El Eterno, Bendito sea, es reiterativo en reclamar qedushah por parte de Su pueblo, pues
sólo con la conducta adecuada, esto es, la senda de la Torah y sus mitsvot, podremos tener acceso al Shabat
eterno que nos ha sido preparado desde antaño, y que es también el deseo
Celestial.
Cierto es que no
debemos hacer comparaciones, en especial cuando ello se trata de elevar
innecesariamente nuestro ego; no obstante, este no es el caso, pues aunque se
enfatiza en hecho de que las demás naciones han hecho las abominaciones que
violan flagrantemente la Torah, ello es una advertencia para mostrarnos que no
es ese el camino mediante el cual podremos llegar a la conquista de nuestros
ideales más sagrados.
¿Y por qué la
advertencia? No porque el pueblo judío por haber sido escogido para los planes
celestiales esté exento de caer en estas prácticas, sino más bien porque la
cercanía con los demás pueblos hace peligrar constantemente la posibilidad de
mantenerse en el camino correcto; es esto tan cierto, que la realidad actual
nos muestra que muchas almas que han nacido en el seno de nuestro pueblo ni
siquiera reconocen la Torah como su forma de vida; incluso muchas personas
aceptan en forma muy natural que “no son observantes”.
Y entonces
preguntamos: ¿Realmente es este el comportamiento al que fuimos llamados? ¿Ser
“judío” de nacimiento acaso nos garantiza la vida en las moradas eternas?
Porque de esto ser así, podríamos pensar que quien nació en los demás pueblos
sólo tiene posibilidades de volver a ser uno con El Eterno sólo “si se hace
judío”, lo cual, dicho sea de paso, se ha convertido en tema polémico, pues en
últimas se traduce en el pago monetario por una conversión que es bien vista
por los hombres.
¿Pero este pago nos hace verdaderamente judíos?
¿Ser reconocidos por los hombres es suficiente?
Partamos del hecho
de que El Eterno quiere que su Creación, específicamente el hombre, sin
distinción de nacionalidad o condición social, sea totalmente redimida para que
vuelva al perfecto estado inicial de santidad.
Por lo tanto, no se está haciendo ninguna exigencia diferente de vivir conforme
a la Voluntad del Santo de los santos, de manera que las obras perfectas de esa
forma de vida lleven al hombre a “saber comportase” cuando le corresponda
habitar en la eternidad.
Por tanto, no
debemos buscar cosa diferente de buscar a El Eterno, de manera que podamos
encontrarlo, lo cual no se puede hacer según nuestro propio esfuerzo, sino
según lo establecido por El Eterno mismo. Y ello demanda que nos apartemos de
las costumbres que hoy el mundo quiere imponer, sean éstas cuales fueren, y sin
importar cuán agradables puedan parecer a nuestros ojos, porque esto no es más
que un espejismo que lleva a camino de muerte.
Qedoshim
(Vayiqra
19:1-20:27)
Haftara:
Sefardi (Yejezqel 20:2-20)
Ashkenazi
(Ämos 9:7-15)
MMIIDC
Una
interesante conexión con la parasha precedente
En la parasha anterior y en la presente existe
una “curiosa” relación que de seguro podemos entender que en realidad no es
casual. Nos referimos específicamente a sus nombres: La anterior, “Ajarei Mot”
(“después de la muerte”) y esta, “Qedoshim” (“santos”), nos muestran un título
sorprendente cuando los juntamos: “Después de la muerte, santos”; y este es un mensaje
que nos puede enseñar muchas cosas.
El estado de una persona después de su muerte
es el de la espera de su alma para ser juzgada; y si queremos que ese juicio
sea favorable a nosotros, esto es, que se complete nuestro anhelo de volver al
lado de El Eterno, hemos de entender que el estado que se requiere para
alcanzar tal condición debe ser el más puro, tanto que podamos ser calificados
como aceptos para el Maljut hashamayim.
Y precisamente ese estado de pureza es el que
está calificado por el título de nuestra parasha, esto es, Qedoshim. No podemos
aspirar a otro “estándar” inferior, pues sólo siendo “qedoshim” después de la muerte, es como podemos alcanzar el gozo de
habitar en las moradas eternas. En otras palabras, sólo después de abandonar
nuestro cuerpo corruptible, pero en un estado final de santidad, podemos tener
la esperanza cierta de que está preparada nuestra entrada al Olam Haba.
De aquí que ese sello que será imborrable es
la “fotografía final de nuestra existencia” que debemos tratar de alcanzar. No
debemos aspirar a seguir en estado de muerte, sino a entrar a la vida, aquella
que no acaba jamás y que es la que nos da el “status” o “credencial”
indispensable para entrar al gran Reino, al que sólo tienen entrada los
escogidos de El Eterno.
En el sentido de que quienes alcanzan la condición de qedoshim,
son los que serán escogidos por El Eterno para que de nuevo sean uno con Él.
De todas maneras tampoco estamos desvirtuando el hecho de que
muchas conversiones en realidad sí son sinceras, lo que no aplica al comentario
que estamos haciendo.
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