Haftara:
Sefardi (Shmuel Bet 6:1-19)

¿Cómo no
guardar luto por la muerte de un hijo?
La aparente dureza con la cual es tratado
Aharon, en cuanto a que no debía hacer duelo por la muerte de sus hijos,
debemos examinarla a la luz de la perfecta Justicia de El Eterno, Bendito sea.
Hemos visto que la acción no fue correcta, y ello merecía una acción inmediata
por parte del Cielo. Mas, sin embargo, no fue Aharon quien cometió la falta, y
aún así se le ordena no guardar luto. ¿Cómo explicar esto?
La qedushah
de El Eterno opaca por completo cualquier acción santa que provenga del hombre;
de hecho, no sólo lo bueno sino lo malo. Y al revisar el “plano” de la
situación según la óptica celestial, hemos de entender que existe un orden
perfecto contra el cual no podemos atentar impunemente. Si tratamos de ser
objetivos, apartando los sentimientos del análisis juicioso que merece todo
aquello que tiene que ver directamente con el servicio a El Eterno, nos
encontraremos con que nada justifica nuestras acciones apresuradas
supuestamente con las mejores intenciones.
Los sentimientos y emociones nos fueron
otorgados generosamente por el Amo del Universo con el fin de que nuestra vida
pueda ser disfrutada plenamente con la libertad que nos fue concedida,
obviamente actuando en la dirección correcta. Y de ahí que tenga sentido
dolerse por la muerte de los seres queridos, incluso independientemente de si
ello sucedió por una buena o mala causa.
Pero aquí hemos de evaluar si es más
importante lo que nuestras muchas limitaciones pueden concebir como correcto, o
lo que El Eterno considera como tal. Los afanes del mundo muchas veces llevan a
las personas a actuar en pos de lo urgente, en lugar de hacerlo según lo
importante, y como consecuencia se pueden ver vidas que han sido visiblemente
afectadas por más angustias o tristezas.
Con esto no queremos decir que, por causa del
orden establecido, no podemos expresar dolor por una situación como la muerte
de un ser querido. Lo que estamos tratando de ver es que el pasaje de la muerte
de los hijos de Aharon nos muestra la urgente necesidad de obligar a nuestro
ego a situarse donde le corresponde
y dejar que la Majestad de El Eterno sea el centro de nuestras vidas, con el
fin de que todas y cada una de nuestras acciones efectivamente estén
encaminadas a darle el honor a Quien le corresponde. Aquel momento coyuntural
demandaba un comportamiento como el que hemos estudiado.
No poseemos la suficiente sabiduría como para
pretender conocer en detalle los designios divinos, pero de una cosa podemos
estar seguros y es que si acatamos humildemente lo que se nos demanda de parte
del cielo, seguramente al final veremos los maravillosos frutos de nuestra
fidelidad. Es a eso a lo que estamos llamados.
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