sábado, 8 de abril de 2023

HAFTARA DE LASPARASHA 27-28 Tazria-Metzora

 

Tazriä

(Vayiqra 12:1-13:59)

Haftara: Melajim Bet 4:42-5:19/Haftara: Melajim Bet 7:3-20





Aislamiento voluntario

En la Torah podemos ver que si una persona estaba aquejada con el mal de tsaraät, era apartada siete días, lo que le impedía el contacto con las demás personas. Y eran variadas las causas de la aparición de esta plaga, lo que nos enseña que cuando una persona padecía de tsaraät no sólo era impura, sino que ese mal estaba precedido de conductas inapropiadas, que por supuesto eran violatorias de los principios de la Torah.

 Este aislamiento a que se era sometido nos muestra que de alguna forma tal plaga puede ser bastante contagiosa; o mejor, lo que la ocasiona es muy contagioso; todos los pecados que llevaban a sufrir de este mal indican a las claras que la persona necesitaba urgentemente un tratamiento que la llevara a su condición de qedushah anterior.

 Todas las faltas que son características de quien padece de este mal nos indican que son dignas de la peor de las vergüenzas, pues poseer este mal no era propiamente satisfactorio, ya que de hecho la persona misma debía pregonar su condición, circunstancia que con seguridad nadie querría repetir. Hoy en día no se presenta el mal de tsaraät en forma visible, pero sin duda alguna quienes cometen las faltas descritas en la Torah, y que ameritan la aparición de tsaraät no pueden disfrutar de la libertad que supone una vida sin tacha.

 Al cometer estos pecados las persona en la práctica están aislándose voluntariamente de la qedushah a la que fueron llamadas. Y esto trae una fuerte retribución que puede llegar incluso a la pérdida del Olam Haba. Por esta última razón en especial, deberíamos ser muy diligentes en alejarnos de todo aquello que trae impureza a nuestro ser, y que puede así mismo contaminar a nuestro prójimo; la mala lengua, la inmoralidad y la idolatría son faltas graves que traen consigo una característica nociva, y es que son sumamente “contagiosas”.

 Por tanto, un gran llamado que nos hacen estos textos es a perseverar en las acciones puras que nos evitan descender de nuevo y ser apartados de las delicias que han sido preparadas para nosotros desde la eternidad. Para ello disponemos de las enseñanzas de la Torah, que además han sido explicadas profusamente por nuestros sabios de bendita memoria.

 

Una marca que puede ser indeleble

 

El mal de tsaraät era tan evidente que la persona que lo padecía debería ser aislada. ¿Era acaso contagioso? Para responder a esta pregunta basta con analizar la causa de su aparición. Esta plaga era puesta directamente por El Eterno en quien cometía cierta clase de pecados, lo que en sí causaba que la persona tuviera que vivir el proceso nada agradable de tener que ser separada del común del pueblo y además proclamar su propio mal.

 

Si vemos entonces que en realidad lo que la plaga reflejaba era el estado espiritual de la persona, ello podría ocasionar que en lo sucesivo ésta “lo pensara dos veces” antes de cometer una de las faltas que le acarrearían aquel mal. El proceso de purificación era muy elaborado, de manera que no sólo quedara evidencia de que la persona venía de haber sufrido el mal, sino que además le recordaba la necesidad urgente de encaminar su vida hacia la obediencia de los designios de la Torah.

 

No es agradable ser el objeto de las miradas enjuiciadoras de los demás, aunque puedan “tener razón”; y el tiempo que duraba el proceso de “análisis” del mal podría ser penosamente largo para quien lo estaba viviendo. Es muy probable que cuando la persona se reintegraba a su pueblo su actitud fuera la de no volver a caer en las faltas que la llevaron a su condición anterior, y se preocupara genuinamente por su qedushah. Esto, al menos en el común de quienes habían padecido el mal.

 

Pero volvamos a las palabras del comienzo de este comentario. Si hemos de ser exactos, más que el mal de, lo que es contagioso es la “transmisión” de los pecados que lo atraen. La idolatría, la inmoralidad, y en gran manera el pecado de lashon hara sí contagian a las demás personas que están próximas a quien directamente comete alguno de estos pecados. El ser humano es curioso por naturaleza, y en incontables casos podemos ser testigos de que por causa de cualquiera de estas faltas tsaraät se transmite muy fácilmente. ¿Acaso no hay gratificación más grande para el cuerpo que estos pecados?[1]

 

Si sabemos que toda obra tiene su recompensa; entonces debemos ser en extremo cuidadosos, para que la marca que puede sobrevenir sobre nuestro ser no sea “indeleble”, lo que significa que si no queremos que la marca de nuestro pecado quede marcada en nuestro ser por siempre, esto es, si no queremos perder nuestra entrada al Olam Haba, nuestro compromiso con el Cielo es retomar el camino de qedushah, mediante la sincera teshuvah y la observancia de lo que El Eterno ha demandado de nosotros, y que podemos resumir en las palabras del profeta: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide El Eterno de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Elohim.”[2].

 



[1] Aunque en últimas la respuesta a esta pregunta debería ser un rotundo “no”, la verdad es que esta pregunta lo que busca es llamar la atención sobre el hecho de que quien se conduzca sólo por sus instintos materiales fácilmente cae en las faltas ya mencionadas; aunque hemos de decir que sin importar la condición del ser humano, la gratificación del cuerpo y de los sentidos son cosas muy “agradables” que en realidad pueden hacer caer, incluso sin dificultad, a las personas de su condición espiritual, aunque esta sea muy elevada.

[2] Mijah 6:8.

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