Bemidbar
(Bemidbar 1:1-4:20)
Haftara:
Hosheä 2:1-22
“Según las
casas de sus padres”
Esta expresión ocurre varias veces en el
relato de la parasha. En primer lugar, hemos de ver la importancia del
testimonio de vida de los padres, de quienes los hijos son el reflejo. El padre
ha sido designado para cumplir un papel trascendental en la vida de los hijos,
y por ello desempeña el papel de cabeza de familia, sin que ello implique en
manera alguna menoscabar los derechos y deberes que tiene la madre en el seno
del hogar.
Y por ser la cabeza visible de la familia,
corresponde al padre velar por la salud espiritual de todos y cada uno de los
integrantes de ella. Esta responsabilidad es tan grande, que en gran medida los
hilos de ésta van en la dirección en que él, como la autoridad representativa
decida tomar,
lo que lo convierte en personaje crítico en el desarrollo de los hijos,
especialmente de los hombres.
¿Y qué
con esto? Es importante mencionar que las palabras de la Torah reflejan
inequívocamente la directriz de El Eterno para la vida de Su pueblo. Por lo
tanto hemos de ceñirnos a ellas, de manera que nuestra identidad refleje lo que
El Eterno mismo ha decretado para Sus hijos. Y el punto a que queremos llegar
se relaciona con lo que sabios de nuestro pueblo han decretado como halajah.
Actualmente, para decidir sobre la judeidad de
una persona, se toma como base cierta que ésta descienda de una mujer judía;
por tanto se ha dicho que si una persona es de madre judía, entonces ella
también lo es. Y argumentos respetables que se han esgrimido para justificar
esta norma es que “sin la mujer no hay judaísmo”, “la madre tiene la certeza
sobre sus hijos”, etc.
Aunque ello pueda sonar muy lógico, no es esto
lo que estableció HaQadosh, Baruj Hu, al menos en un principio. En ninguna
parte de los Escritos Sagrados encontramos expresiones tales como “según las
casas de sus madres” o genealogías basadas en las mujeres.
De hecho el orden mismo de la Creación atestigua en cuanto a que el hombre fue
creado primero, y fue a él a quien se le asignó la tarea de velar por el
cuidado de Gan Eden,
lo que nos sugiere que es el hombre el encargado de rendir cuentas por el
cuidado de todo.
Por lo tanto, adoptar como halajah lo establecido por los rabinos
en cuanto a la judeidad de una persona, no es precisamente lo que nos está
demandado por El Eterno; es importante aclarar que nuestro deseo es contribuir
a poner las cosas en el orden establecido, y por ello nuestra fuente primaria
para cualquier acción a tomar es la Torah Escrita, máxime si en ella están las
ordenanzas referentes a los asuntos básicos de nuestra vida; si no requieren
mayor explicación, de hecho son para aplicar literalmente, obviamente
dependiendo del contexto en que se esté viviendo; si el asunto es muy difícil
de solucionar es cuando debemos recurrir a la halajah establecida por nuestro pueblo, y muy probablemente nos
conducirá a lugar seguro. Pero si la Torah Escrita establece algún asunto
claramente, las demás explicaciones realmente sobran.
El hombre entonces, como la autoridad
representativa de una familia, está llamado a cumplir con todas sus
responsabilidades, pues no debería suplirlas la mujer, que de hecho tiene
suficientes preocupaciones como para pretender tomar el lugar del hombre. De
esta forma, efectivamente podremos decir a las demás naciones que cada uno de
los B’nei Yisrael, tiene un ejemplar comportamiento, que es “según las casas
de sus padres”.
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