Haftará: 1 Reyes 5:12 (26 heb.) – 6:13
“Santidad a El
Eterno”
En el Sefer Shemot, después de que El
Eterno libera a Su pueblo de la esclavitud de Mitsrayim, vemos que Él hace una
especial declaración, y es que Yisrael será un pueblo de sacerdotes y nación
santa. Lo que significa que el tema de la santidad es para todos y cada uno de
sus hijos.
No obstante, en la cinta que levaba el Kohen Gadol en su cabeza debía estar
grabada en oro la leyenda “Santidad a El Eterno”. ¿Cuál es la razón?
En realidad debemos entender que el rol
del Kohen Gadol debía revestirse de
una muy especial santidad, a un nivel superior que la del pueblo, pues su
servicio era muy importante; tanto, que él estaba entre El Eterno y qahal Yisrael. Era la persona que
entraba al qodesh qodqshim una vez al
año; de manera que su vida debía estar siempre ocupada de la santidad que
requería su servicio.
En el caso nuestro, al haber sido
declarados como pueblo de sacerdotes y gente santa, tenemos una responsabilidad
enorme: ser luz a las demás naciones. Y ello no se logra con efectos
materiales, ni con fama, ni lugares de eminencia entre los hombres. Más bien es
con nuestro camino de santidad, que debe estar lleno de obediencia fiel a los
designios celestiales.
Por tanto, sin lugar a dudas podemos
afirmar que cada uno de nosotros debe tener en mente la santidad a El Eterno,
porque ello es Su Voluntad. Nuestra mente, figura de la cinta en la cabeza de
Aharon, debe estar plena de la pureza de la Luz Celestial, pues de allí es de
donde parten todos los deseos de nuestro ser.
Cada uno de nosotros es sacerdote de su
propia vida y ello nos debe llevar a reflexionar sobre la imperante necesidad
de actuar como realmente lo hace un sacerdote que obedece fielmente las
demandas celestiales. Es de esta forma que podremos alcanzar las moradas
eternas para estar siempre al lado del Creador.
Santidad no es sólo una vida de rezos,
ni de cumplimiento legalista de las mitsvot;
ello supone que todo nuestro ser esté dispuesto a mostrar nuestra semejanza con
El Todopoderoso, pues fue con Su semejanza como fuimos creados. Y tal cosa
implica no sólo el amor hacia HaShem, Baruj Hu, sino el amor hacia el prójimo,
para que nuestra labor en esta edad presente sí revele que somos sacerdotes que
hacen su labor entre El Eterno y los demás hombres.
“Santidad a El Eterno” se convierte
entonces en nuestra impronta, que es la marca de quienes hemos decidido la
única alternativa posible para que El Eterno considere que nuestra habitación
estará junto a Él en la eternidad.
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