sábado, 21 de enero de 2023

HAFTARA DE LA PARASHA 15-BO VE

 

Bo

(Shemot 10:1 – 13:16)

Haftara: Yirmeyahu 46:13-46:28

 


Yisrael, reconocida como pueblo por parte de El Eterno

 En esta parasha ocurre un evento muy especial, que es lo que podríamos llamar el “reconocimiento” de Yisrael como un pueblo por parte de El Eterno. Aunque nuestro noble pueblo fue concebido como tal desde los días de la eternidad, es ahora cuando finalmente podemos decir que goza “oficialmente” de esa condición. Veamos por qué podemos afirmar esto.

 En Shemot 12:1-2 está escrito: “Habló El Eterno a Mosheh y a Aharon en la tierra de Mitsrayim, diciendo: Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año.” Las palabras son dirigidas a Mosheh y Aharon, pero la mitsvah obviamente es para todo Yisrael. Y es precisamente el que El Eterno ordene una mitsvah para todo Yisrael lo que muestra a las claras que nuestro pueblo ya no es un puñado de hombres aislados en el país de Mitsrayim, sino que es un grupo humano muy especial que ha de tener una Constitución propia, que además ha sido elaborada en el Cielo, lo que le da un rol especial en el tiempo frente a las demás naciones de la tierra.

 La mitsvah es una ruptura con las costumbres vividas anteriormente; de ahora en adelante, aún la referencia del tiempo ha de ser diferente[1]; en esos momentos ya se puede decir que lo que viene no es la vida de esclavitud de Mitsrayim, sino la libertad del pueblo consagrado al Amo del Universo. No es la mitsvah como tal la que hace la diferencia, sino el hecho de que fue dada a un pueblo, que de hecho ya había sido reconocido por los hombres; de donde aprendemos que tenemos identidad no porque así lo vean las demás personas, aunque de hecho así es, sino porque El Eterno mismo se encargó de darle sentido a nuestra vida, de lo cual son testigos los demás pueblos.

 El Eterno nos ha mostrado de muchas maneras que somos diferentes; y si estableció esa diferencia, no fue para hacer “acepción de personas”, tal como entendemos el término, sino para que tuviéramos como prioridad interiorizar que nuestro papel no es el mismo de los demás pueblos, y que hemos de conducirnos según los designios de El Eterno[2], de manera que podamos cumplir “Sus expectativas”.

 Ya hemos sido comisionados para responsabilidades que deben ser cumplidas no por una persona sino por todo un pueblo. Ello nos muestra que ya no hemos de mirar atrás, donde estaban los días en que teníamos mentalidad de esclavos y éramos afligidos por el mundo, sino hacia adelante, cuando actuaremos con libertad y donde están todas las oportunidades de servir al Santo, Bendito sea. Fuimos liberados con el único y sublime propósito de servirLe, y ello debe ser el centro de nuestras vidas, el motor que hace avanzar nuestra neshamah hacia las alturas celestiales.

 Después de haber sido promulgado este decreto, vendrían después más ordenanzas para todo el pueblo de Yisrael, que servirían para refinar en gran manera nuestro carácter, y que serían la confirmación de que El Eterno moldeó Sus propósitos tomando a Yisrael como “referencia” y como instrumento.

 No somos una casualidad, ni un accidente; somos la realidad que llegó a ser por causa del Amor de El Eterno hacia toda la humanidad. Los demás pueblos han encontrado identidad por diferentes circunstancias; pero Yisrael es único porque estuvo siempre en la mente de El Eterno según los designios de la Torah.

 Hemos estado diseminados entre las demás naciones, pero ello no significa que no existamos; hemos sido objetos de ataques injustificados, pero ello no significa que esté decretada nuestra destrucción; hemos sido criticados, pero ello no significa que la Torah haya fallado; hemos pecado, pero aún así las promesas sagradas se han cumplido y han de cumplirse. Y todo, porque El Eterno nos sostiene generosamente y cuida de nosotros. Por ello nuestra manera de conducirnos debe ser la que Él en Su Infinita Sabiduría ha determinado.

  Se nos ha dado el “sello” que nos identifica: Guardadores de la Torah y sus mitsvot, lo que nos hace ciudadanos del Maljut, del cual las demás naciones desearán ser conciudadanas nuestras[3]; y esta identidad “indeleble” fue dada cuando se cumplieron los primeros dolores de parto en Mitsrayim. Y ha habido un remanente fiel que no ha permitido que nuestra identidad se pierda.

 Por todo lo anteriormente comentado, podemos afirmar que, más que un derecho, es un privilegio adquirir la ciudadanía celestial, pues de esta forma hemos de gozar de la herencia reservada desde antiguo. Esta ciudadanía fue conferida no por mano humana sino por el Amor y Misericordia de El Eterno, Bendito sea, Quien creó a Yisrael para dar gloria sempiterna a Su Sagrado Nombre. Y nosotros somos parte de ese plan perfecto.



[1] De aquí obtenemos una gran enseñanza, que es el que nuestro pueblo definitivamente no se debe conducir como lo hacen los demás, aún en cosas aparentemente triviales.

[2] No significa que los demás pueblos no deban hacerlo, sino que la exigencia para el pueblo de Yisrael es diferente.

[3] Ver Zejaryah 8:23.

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