Bo
(Shemot 10:1 – 13:16)
Haftara: Yirmeyahu
46:13-46:28
Yisrael, reconocida como pueblo por
parte de El Eterno
En esta parasha ocurre un evento muy
especial, que es lo que podríamos llamar el “reconocimiento” de Yisrael como un
pueblo por parte de El Eterno. Aunque nuestro noble pueblo fue concebido como
tal desde los días de la eternidad, es ahora cuando finalmente podemos decir
que goza “oficialmente” de esa condición. Veamos por qué podemos afirmar esto.
En Shemot 12:1-2 está escrito: “Habló
El Eterno a Mosheh y a Aharon en la tierra de Mitsrayim, diciendo: Este mes os
será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en
los meses del año.”
Las palabras son dirigidas a Mosheh y Aharon, pero la mitsvah obviamente
es para todo Yisrael. Y es precisamente el que El Eterno ordene una mitsvah
para todo Yisrael lo que muestra a las claras que nuestro pueblo ya no es un
puñado de hombres aislados en el país de Mitsrayim, sino que es un grupo humano
muy especial que ha de tener una Constitución propia, que además ha sido
elaborada en el Cielo, lo que le da un rol especial en el tiempo frente a las
demás naciones de la tierra.
La mitsvah es una ruptura con
las costumbres vividas anteriormente; de ahora en adelante, aún la referencia
del tiempo ha de ser diferente;
en esos momentos ya se puede decir que lo que viene no es la vida de esclavitud
de Mitsrayim, sino la libertad del pueblo consagrado al Amo del Universo. No es
la mitsvah como tal la que hace la diferencia, sino el hecho de que fue
dada a un pueblo, que de hecho ya había sido reconocido por los hombres; de
donde aprendemos que tenemos identidad no porque así lo vean las demás
personas, aunque de hecho así es, sino porque El Eterno mismo se encargó de
darle sentido a nuestra vida, de lo cual son testigos los demás pueblos.
El Eterno nos ha mostrado de muchas
maneras que somos diferentes; y si estableció esa diferencia, no fue para hacer
“acepción de personas”, tal como entendemos el término, sino para que
tuviéramos como prioridad interiorizar que nuestro papel no es el mismo de los
demás pueblos, y que hemos de conducirnos según los designios de El Eterno,
de manera que podamos cumplir “Sus expectativas”.
Ya hemos sido comisionados para
responsabilidades que deben ser cumplidas no por una persona sino por todo un
pueblo. Ello nos muestra que ya no hemos de mirar atrás, donde estaban los días
en que teníamos mentalidad de esclavos y éramos afligidos por el mundo, sino
hacia adelante, cuando actuaremos con libertad y donde están todas las
oportunidades de servir al Santo, Bendito sea. Fuimos liberados con el único y
sublime propósito de servirLe, y ello debe ser el centro de nuestras vidas, el
motor que hace avanzar nuestra neshamah hacia las alturas celestiales.
Después de haber sido promulgado este
decreto, vendrían después más ordenanzas para todo el pueblo de Yisrael, que
servirían para refinar en gran manera nuestro carácter, y que serían la
confirmación de que El Eterno moldeó Sus propósitos tomando a Yisrael como
“referencia” y como instrumento.
No somos una casualidad, ni un
accidente; somos la realidad que llegó a ser por causa del Amor de El Eterno
hacia toda la humanidad. Los demás pueblos han encontrado identidad por
diferentes circunstancias; pero Yisrael es único porque estuvo siempre en la
mente de El Eterno según los designios de la Torah.
Hemos estado diseminados entre las
demás naciones, pero ello no significa que no existamos; hemos sido objetos de
ataques injustificados, pero ello no significa que esté decretada nuestra
destrucción; hemos sido criticados, pero ello no significa que la Torah haya
fallado; hemos pecado, pero aún así las promesas sagradas se han cumplido y han
de cumplirse. Y todo, porque El Eterno nos sostiene generosamente y cuida de nosotros.
Por ello nuestra manera de conducirnos debe ser la que Él en Su Infinita
Sabiduría ha determinado.
Se
nos ha dado el “sello” que nos identifica: Guardadores de la Torah y sus mitsvot,
lo que nos hace ciudadanos del Maljut, del cual las demás naciones
desearán ser conciudadanas nuestras;
y esta identidad “indeleble” fue dada cuando se cumplieron los primeros dolores
de parto en Mitsrayim. Y ha habido un remanente fiel que no ha permitido que
nuestra identidad se pierda.
Por todo lo anteriormente comentado,
podemos afirmar que, más que un derecho, es un privilegio adquirir la
ciudadanía celestial, pues de esta forma hemos de gozar de la herencia
reservada desde antiguo. Esta ciudadanía fue conferida no por mano humana sino
por el Amor y Misericordia de El Eterno, Bendito sea, Quien creó a Yisrael para
dar gloria sempiterna a Su Sagrado Nombre. Y nosotros somos parte de ese plan
perfecto.
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