sábado, 7 de enero de 2023

HAFTARA DE LA PARASHA 13- SHEMOT

 

Shemot

(Shemot 1:1 – 6:1)

Haftara: Sefardi (Yirmeyahu 1:1 - 2:3)

Ashkenazi (Yeshayahu 27 6 - 28:13; 29:22,23)

¿Qué implica dejar atrás al mundo y sus deseos?



 Lo sucedido con el pueblo de Yisrael, previo a su salida de Mitsrayim, es una muestra de que antes de ver cumplidas las más grandes promesas seremos probados para poder acceder a ellas. Veamos cuál podría ser el panorama del momento: El rey que surgió después, que “no conocía a Yosef”, trató con extrema dureza a nuestro noble pueblo; pero, ¿había alguna razón para que ello fuera así?

 La historia nos relata que la dinastía de reyes que simpatizaban con Yisrael fue reemplazada por otra que actuaba diferente. Esta circunstancia aparentemente nada tiene que ver con el asentamiento de Yisrael en Mitsrayim, el cual siempre fue pacífico. Pero se dio y eso es lo que cuenta. ¿Para qué?

 Responder este interrogante requiere que recordemos que El Eterno ya había previsto lo que en aquel momento estaba sucediendo. Cuando Avraham Avinu fue hecho objeto de las promesas Celestiales, escuchó lo siguiente: “Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años. Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza... Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.[1]

 La situación es así: El pueblo de Yisrael se multiplicó en gran manera, hasta el punto de que llegó a ser más numeroso que el pueblo egipcio. Y este “desbalance de fuerzas” preocupó al rey de Mitsrayim, quien para erradicar el temor que sentía ante esta circunstancia que consideraba una seria amenaza, optó por la fácil solución de someter a nuestro pueblo a una esclavitud humillante. Teniendo en cuenta que los israelitas eran un pueblo de pastores, no es difícil pensar la facilidad con la que fueron sometidos por un pueblo que sí conocía los avatares de la guerra.

 ¿Y cuál fue el pecado que cometió Yisrael para merecer semejante recompensa? No necesariamente lo hubo[2]. Y es aquí donde el pueblo de Yisrael entiende que los designios de El Eterno son sabios por sobre toda sabiduría, y que todo lo que ocurre tiene un objetivo que muchas veces nos cuesta trabajo entender. Obtener las cosas por la vía fácil no es precisamente la recompensa que más disfrutamos; y en este caso, para que Yisrael pudiera realmente apreciar el regalo que le había sido otorgado de antemano, por causa del Amor de El Eterno, era necesario que conociera las dificultades que supone una vida centrada en los propósitos celestiales y no los del mundo.

 Si miramos con una óptica puramente materialista los sufrimientos terrenales, posiblemente podríamos encontrar más de una razón para quejarnos, por causa de la “inequidad” existente en el mundo. Para una mente mundana es injusto que una persona íntegra sufra; pero para la mente espiritual no sólo no es injusto sino que ello es una oportunidad para ser fortalecidos por la Luz de HaShem, Baruj Hu, lo cual implica en sí una inmensa recompensa.

 Teniendo en cuenta la Justicia perfecta del Santo, Bendito sea, podemos ver entonces las cosas de otra manera: Si “aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí”, es porque hay unas condiciones que no se han dado y bajo las cuales la recompensa de Yisrael[3] habría de llegar, y ese tiempo es el que El Eterno utilizaría para probar a su instrumento escogido para ser luz a las naciones, de tal manera que probara su idoneidad.[4]

 Decidir dejar atrás un mundo plagado de idolatría y demás formas de pecado implica un cambio drástico: Lo que antes era deleite para nuestro cuerpo ahora debe ser resistido, tarea que en ninguna manera es trivial. Soportar las tentaciones puede llevar a sufrimiento, pero en definitiva cuando ello es superado nuestro panorama se torna cada vez más claro, porque estamos, en contravía a nuestra anterior forma de vida, permitiendo que la Luz nos haga más plenos, y nuestras verdaderas satisfacciones provengan de los logros en torno a la obediencia a la Torah y no al reconocimiento de los hombres.

 Salir de Mitsrayim es entonces el pasaporte al Olam Haba, es quitarnos el lastre que no nos permite alcanzar mayores alturas espirituales, es quitar la suciedad que impide que la luz se refleje en los demás, es bajar el ego del trono de nuestro ser para dejar tomar posesión de él al más Santo de los santos; es, en pocas palabras, darle verdadero sentido a nuestra vida. Dejar al mundo entonces es aspirar a cosas muy grandes[5], y ello implica que dejemos de fijarnos en lo pequeño y pasajero de esta edad presente.



[1] Bereshit 15:13-14, 16.

[2] Aunque la Torah no lo dice explícitamente, es posible que una parte de Yisrael hubiera sido asimilada por Mitsrayim, y esta asimilación sí es un pecado, ya que se trata de cohonestar con las acciones de una nación idólatra. Sin embargo, afirmar que esta fue la causa de la posterior esclavitud es sólo una hipótesis que no puede ser demostrada, por lo menos por el momento.

[3] El cumplimiento de las promesas a Avraham. Y es recompensa porque de alguna forma soportar con estoicismo todo el sufrimiento a que fue sometido nuestro pueblo no iba a quedar sin su retribución.

[4] Sin embargo, hemos de resaltar ante todo que Yisrael fue escogido porque la Voluntad de El Eterno así lo decidió, y no porque sea mejor que los demás pueblos. Por supuesto, Él de antemano sabía cuál podía ser el mejor instrumento para Sus propósitos.

[5] Lo grande es lo que ha de venir en el mundo futuro; lo presente es nada en comparación con lo por venir.

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