Yitro
(Shemot 18:1 - 20:23)
Haftara: Sefardi
(Yeshayahu 6:1-6:13)
Ashkenazi (Yeshayahu
6:1-7:6; 9:5-9:6)
“Todo lo que El Eterno ha dicho, haremos”
Esta es una frase que el pueblo unánimemente
pronunció después que Mosheh expone las palabras de El Eterno, en torno al
hecho de que Yisrael sería Su especial tesoro si guardaba Sus mitsvot. Y
si nos detenemos a observar la conducta de nuestro pueblo justamente antes de Matan
Torah, podríamos decir que todo iba a ser cumplido según esas palabras.
Sin embargo, como estudiaremos en las siguientes
parashot, bien lejos estuvo Yisrael de estar a la altura de las expectativas
celestiales, pues muy pronto pervirtió su camino, y no fue merecedora de entrar
a la Tierra Prometida, al menos la primera generación. Podríamos preguntarnos
entonces: ¿Cómo es posible que tan pronto el pueblo hubiera cambiado su
dirección hacia la Luz por una que conduce a la muerte?
Es aquí donde debemos hacer una reflexión en torno a
las palabras que pronunciamos, pues ellas pueden estar influidas por emociones
que muchas veces son puramente carnales, y por ello el resultado final no es
precisamente el que hubiéramos deseado, ya que no corresponden con las
intenciones verdaderas de nuestro ser, que son las de un bienestar espiritual y
material, en los términos de El Eterno.
Sufrir penurias materiales en el desierto, y desde
bien temprano por cierto, fue suficiente para recordar la “provisión” de Mitsrayim,
que en su momento se juzgó mejor que estar en aquella travesía en la que no se
tenía clara idea del rumbo a seguir, salvo por Mosheh y quienes jamás dudaron
de las promesas del Santo, Bendito sea. El pueblo quiso en ese momento someter
su neshamah a su ruaj y éste a su nefesh; en otras
palabras, su vida espiritual estaba siendo conducida justamente al revés de
cómo debe ser para alcanzar una mayor estatura espiritual, que es lo que
finalmente importa.
Las reacciones que llevaron a ello fueron motivadas
por el ansia de poner en primer lugar lo “urgente” sobre lo “importante”. Por
supuesto que el alimento era necesario, pero no como para recordar lo que fue
recibido de Mitsrayim; El Eterno tenía unos planes mejores en gran manera, y
estaba probando a Su pueblo para ver cómo manejaba sus prioridades, pero ante
todo su confianza en Él, lo que se traducía en paciencia y obediencia.
De ahí que pronto comenzaran los problemas, pues la
actitud de nuestro pueblo no fue aprobada por El Eterno, Bendito sea. Y todo
porque el deseo de satisfacer lo inmediato, sin mirar hacia el futuro, nubló,
por así decirlo, el entendimiento de nuestro pueblo.
¿Qué nos mueve a cumplir una mitsvah? “De
dientes para afuera” la respuesta puede ser muy parecida en todos los casos:
Agradar a El Eterno, obedecerLe, lograr una vida de mayor santidad (o crecer a
una mayor estatura espiritual), y no en pocos casos “porque así lo dice la halaja”;
sin embargo, ¿realmente estamos actuando basados con la fuerte convicción de
que además de ser eso lo mejor para nuestra vida, es el único camino viable
para ir hacia la Luz?
Cuando en lo más profundo de nuestro ser es el amor
y el temor al Creador lo que nos mueve a obedecer, entonces hemos logrado quizá
una de nuestras mayores metas, que es estar alineados con Él y caminar por la
senda que de seguro nos llevará a ser uno con Él eternamente. Pero si existe
otra motivación diferente, entonces es bastante probable que nuestras
prioridades no estén en orden, y veamos por qué.
Si nuestra máxima prioridad es El Eterno, no importa
que las fuerzas externas del mundo nos critiquen o nos traten de hacer ver como
“pasados de moda”, pues en últimas todo lo que el mundo persigue, que son sus
deseos materiales (que entre otras cosas normalmente sólo sirven para inflar el
ego de las personas) un día no existirán más. Son muy oportunas las palabras
del shaliaj Yojanan cuando nos dice: “No améis al mundo, ni las cosas que están
en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque
todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la
vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo
pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Elohim permanece para
siempre.”
Si nuestra voluntad es la obediencia a El Eterno, no
dudemos en actuar en consecuencia. El mundo no nos llevará jamás a transitar la
puerta angosta, porque es “difícil”, sino por la puerta ancha que lleva
posiblemente al deleite material, pero haciendo a un lado a HaShem, Baruj Hu,
lo que es idolatría.
Por todo lo comentado, cabría entonces preguntarnos:
¿Estamos seguros de querer hacer la Voluntad de El Eterno o desde ya
consideramos la posibilidad de levantar clamor para que Él satisfaga nuestras
demandas materiales? ¿Estamos dispuestos a hacer “todo lo que El Eterno diga”
independientemente del precio que tengamos que pagar? En últimas, ¿a quién
queremos agradar?
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