Haftara:
Zejariah 2:14-4:7 PARASHA 36

¿De qué
tamaño es nuestra confianza en El Eterno?
En Bemidbar 10:29-32 está escrito: “Entonces
dijo Mosheh a Jovav, hijo de Reüel midianita, su suegro: Nosotros partimos para
el lugar del cual El Eterno ha dicho: Yo os lo daré. Ven con nosotros, y te
haremos bien; porque El Eterno ha prometido el bien a Yisrael. Y él le
respondió: Yo no iré, sino que me marcharé a mi tierra y a mi parentela. Y él
le dijo: Te ruego que no nos dejes; porque tú conoces los lugares donde hemos
de acampar en el desierto, y nos serás en lugar de ojos. Y si vienes con
nosotros, cuando tengamos el bien que El Eterno nos ha de hacer, nosotros te
haremos bien.”
El Eterno ya ha dado grandes muestras de Su
gran Poder a todo el pueblo de Yisrael, lo que pudiera considerarse más que
suficiente muestra de que Él es capaz de proveer todo lo necesario para que Su
pueblo anduviese protegido en su travesía por el desierto. Al menos eso debería
haber llevado a los B’nei Yisrael a
acrecentar su respeto, reverencia y fidelidad al Santo de los santos, Quien en
los momentos de gran apuro siempre puso a resguardo a Su pueblo.
Pero surge una petición del propio Mosheh a su
suegro, en el sentido de que no abandonara su camino con los B’nei Yisrael, y así podría ser un buen
guía por conocer los lugares a los cuales irían. Hemos de ver dos temas:
Y En primer
luGar, Mosheh quiere persuadir a su suegro, con el fin de que se quede con el
pueblo, de manera que también sea beneficiario de las bendiciones que éste
recibiría. Esta es una buena razón para insistirle que se quede, y de hecho
realmente era la mejor que podía haber en su momento.
Y Mosheh
argumenta que su suegro podría ser un buen guía; y aquí es donde debemos reflexionar
un poco acerca de las palabras de Mosheh, pues no esgrimió un argumento
distinto para tratar de convencerlo. Esto en realidad podría verse como una
confianza débil en las promesas de El Eterno, Quien además en forma visible
había guiado al pueblo al abrigo de Su propia protección.
Respecto del primero de ellos, es esta una
actitud digna de imitar, pues nuestro ferviente deseo hacia nuestro prójimo es
que su alma no se pierda,
lo que debemos tratar de lograr con todas las fuerzas de nuestro ser, pues de
alguna forma somos conocedores del fin que le espera a quienes optaron por ir
conscientemente en contravía de los designios de El Eterno, Bendito sea.
Pero el segundo caso, si hemos de ser justos,
no obedece a una actitud de confianza en El Eterno; es seguro que las
intenciones de Mosheh fueron santas, y de ahí que este episodio no sea
recordado por HaShem, al menos explícitamente, en cuanto a que Mosheh Rabenu no
tuvo buen cuidado de buscar un argumento diferente para hacer quedar a su
suegro con su pueblo.
¿Cómo pedir a un ser humano, que otrora fue
sacerdote de cultos idolátricos, que guíe al pueblo de Yisrael, sabiendo que se
dispone del mejor guía que ser humano alguno pudiera tener para sí? Debemos
recordar que el fin no justifica los medios, y de allí que parezca haber sido
conveniente persuadir con un argumento diferente. Esto último es lo que
realmente debería haber sucedido, pues además ello hubiera podido tomarse como
una duda respecto de la capacidad de El Eterno para guiar a Su pueblo, jas veshalom.
Por lo anotado, en definitiva nuestra vida
debe estar rodeada no sólo de pensamientos y obras sagradas, sino también de
palabras que eleven la Dignidad del más Santo de los santos, pues de esta forma
todo nuestro ser está en armonía con los decretos que Él mismo ha dictaminado
para nosotros. No olvidemos que tenemos ante nosotros “una nube de testigos”
que de seguro en su momento van a declarar en contra nuestra; y todo por
nuestra ligereza de labios. Es esta una oportunidad para recordar la gran
necesidad que tenemos de hablar un lenguaje sagrado, que nunca atente contra el
honor de El Eterno, Bendito sea;
recordemos que por toda palabra ociosa que digamos daremos cuenta en el día del
juicio.
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