Vayigash
(Bereshit
44:18 - 47:27)
Haftara:
Yejezqel 37:15-28
Sí es
posible llegar a ser un tsadiq
Hemos recorrido una buena parte de la vida de
la familia de Yaäqov, al menos cuando estuvo en Kenaan. Y la Torah siempre nos
ha relatado los acontecimientos sin disfrazar las fallas que han tenido sus
“protagonistas”, fallas que en algunos casos han sido protuberantes, pero que
no impidieron que nuestros ancestros pudieran volver al camino de santidad que
El Eterno demanda. Y un asunto importante para destacar en los hechos de la
parasha justamente tiene que ver con el cambio que una persona puede lograr
cuando, dejando atrás sus prácticas mundanas, decide marchar en pos de los
principios éticos de la Torah.
Comencemos por Yehudah; en el episodio de la
venta de su hermano Yosef, fue justamente él quien sugirió la idea, que fue
acogida por sus otros hermanos. No diremos que se justifica actuar en una forma
tal que pensemos que “de los males escogemos el menor”, pues de alguna manera fue
eso lo que hizo Yehudah con tal de deshacerse de su hermano.
Cuando se apartó de su familia, vemos que abordó a Tamar creyendo que era una
ramera, lo que sin duda no es una forma santa de actuar.
Pero ahora lo vemos suplicando por su hermano
(así lo consideraba en lo más profundo de su alma, aunque anteriormente hubiera
podido tener celos de él, ya que era hijo de Rajel y no de Leah, que era su
madre), hasta el punto de ofrecerse a mismo en reemplazo de Binyamin, con tal
de no hacer sufrir más a su padre, lo que a las claras indica que además había
adquirido un gran respeto por él, lo cual fue precisamente la base de su
súplica hacia Yosef.
Esta humillación voluntaria de Yehudah nos
muestra que él había aprendido muchas cosas: Honraba a su padre, amaba a su
hermano aunque su madre no fuera la misma suya, se hizo responsable ante su
padre del posible no retorno de Binyamin, no respondió con violencia ni auto
justificaciones, y se dirigió con sumo respeto a alguien que él en forma
evidente consideraba superior. En otras épocas estas actitudes posiblemente no
hubieran sido importantes para él, pero ahora eran vitales, al punto de no
importarle cualquier castigo, con tal de que este no hubiera sido sufrido por
su hermano, y mucho menos que ello afectara a su padre.
¿Y qué es esto sino una transformación en la
que este nuevo hombre demostró la humildad que sólo muestran quienes poseen un
carácter aprobado por el Cielo? Ahora Yehudah había tomado la vocería de sus
hermanos porque consideraba que él debía hacer todos los intentos posibles por
reconstruir lo que antes había destruido. Y El Eterno compensó en forma
admirable su teshuvah, porque ya
sabemos que los hermanos estaban de nuevo juntos, para no separarse en lo
sucesivo.
De los demás hermanos podemos destacar a
Reuven, quien le dijo a su padre que él se haría responsable de Binyamin, hasta
el punto de que si Yaäqov quería podía hacer morir a sus hijos si no devolvía a
Binyamin.
Aquí también se demuestra que hubo una sincera teshuvah, pues si antes había deshonrado a su padre, ahora le
estaba reconociendo como quien tenía suprema autoridad sobre él.
Una pequeña mención también merece Shimon,
quien se quedó en Mitsrayim como garantía de que los hermanos retornarían con
Binyamin; este hombre, que antes con fiereza había matado a los hombres de
Shejem en compañía de Levi, ahora humildemente estaba sometido a prisión sin
que se mencione alguna reacción negativa de su parte. También Shimon era un
hombre diferente y soportó su condición hasta que vinieron los grandes momentos
para su familia.
Y en general todos los hermanos de Yosef
aprendieron su lección particular, pues al haberse inclinado ante Yosef
mostraron no una adulación hipócrita sino una capacidad de sometimiento y
humildad a toda prueba, que mostraba que ellos no estaban para reconocimientos
humanos sino para hacer lo que es correcto; al bajar su cerviz demostraron con
suficiencia que eran hombres de paz, que habían aprendido de sus experiencias
pasadas. Quizá el sufrimiento de su padre por la pérdida temporal de Yosef los
hizo reaccionar, pero lo cierto era que su condición del momento era la de hombres
completamente transformados, lo cual es atestiguado por el hecho de que estaban
arrepentidos por la venta de Yosef, lo cual fue discutido mientras estaban en
su presencia, y además fue entendido por él.
De todo esto podemos ver que las fallas del
pasado no son obstáculos para volver a una vida santa. El problema está dentro
de nosotros mismos, cuando no tomamos la decisión de actuar en la dirección
correcta. Es bueno enfatizar que los problemas no son obstáculos en nuestro
camino sino oportunidades que se nos presentan para tomar las mejores
decisiones; al enfrentarlos, lo que estamos es abriendo una ventana para que la
Luz de El Eterno, Bendito sea, entre más plenamente a nuestras vidas, pues
estamos aceptando que lo que nos sobreviene no es sino una muestra de Amor de
HaShem para probar Sus vasijas, para que éstas sean perfectas para Sus
propósitos.
No podemos auto justificarnos alegando algo
como “yo soy así y no puedo cambiar”; por el contrario, no tenemos disculpas
para no permitir que un cambio muy positivo se opere en nosotros. Siempre
existe la posibilidad de retornar al buen camino, lo que es posible gracias a
que El Eterno nos acompaña con la luz de Su Torah.
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