sábado, 22 de julio de 2023

HAFTARA DE LA PARASHA 45 VAETJANAN

 Tradición santa 



En esta porción de la Torah hay cierta “insistencia” en que las cosas que el pueblo vio y escuchó, así como también por ejemplo las palabras del Sh’ma, sean dichas a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos. ¿Cuál es el propósito detrás de esto, sabiendo que de todas maneras las palabras están escritas y al alcance de todos? En primer lugar podemos decir que no es lo mismo leer algo que está escrito, a recibir enseñanza de un maestro. La intimidad que puede surgir de las enseñanzas personalizadas del maestro al discípulo puede lograr más que miles de sabias palabras escritas en cualquier libro, sin que ello signifique que no debamos escudriñar los escritos de nuestros sabios, ni la Torah misma. Y esto porque el tono amistoso, de reprensión, de aliento, etc., pueden lograr efectos duraderos que lleven a las personas a conservar la imagen del maestro transmitiendo las enseñanzas y, en consecuencia, a llevarlas a la práctica. Más que libros que pueden transmitir frases escritas con un bello lenguaje, las palabras de un maestro, y más si se trata de un ser querido, son especiales motivadores para hacer las cosas según su dirección. Y esto siempre fue comprendido por nuestro noble pueblo, en cabeza de sus grandes tsadiqim, quienes además de poseer una memoria prodigiosa (entrenada por la constante práctica del aprendizaje de las palabras de El Eterno) supieron que la mejor enseñanza es la que es transmitida personalmente por nuestros mayores. Tal forma de aprendizaje llevó a que hubiera un celo muy grande por las cosas transmitidas oralmente y fuera esta la forma como las enseñanzas pudieran ser retenidas más fuertemente por el común de nuestro pueblo. Interesante es que la misma Torah “proponga” este método de transmisión del conocimiento, lo cual nos indica que es bueno y efectivo. Esto nos hace ver que tenemos una gran labor y responsabilidad delante de nosotros, no sólo con nuestros hijos de sangre, sino con quienes están siendo llevados por nosotros por el camino de la Torah y sus mitsvot. Debemos asegurarnos no sólo que el conocimiento “intelectual” de nuestras enseñanzas se dé, sino especialmente cómo pueden ellas ser llevadas a la práctica. Por ello, podemos afirmar que esta “modalidad” de enseñanza se convierte en cierta forma en la mejor tradición, que por ser perdurable (y ello debemos convertirlo en objetivo principal) nos ayuda a vislumbrar lo que será el futuro en cabeza de quienes están siguiendo nuestras enseñanzas, que por supuesto no sólo se dan en diálogos constantes, sino muy especialmente en nuestra forma de vida, que es el mejor maestro, pues nuestro ejemplo de seguro va a ser tomado como futura referencia, que actúa como “tinta indeleble”. Entonces, hay un llamado muy especial y es a no minimizar las enseñanzas que estamos en capacidad de dar personalmente, ya que ello contribuye a que quienes nos escuchan sientan no sólo el interés que tenemos por ellos, sino en gran manera a que el aprendizaje sea muy eficaz, de manera que se conviertan en forma de vida, lo cual debe ser un objetivo primordial para nosotros.

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