Haftara:
Yeshayahu 1:1-27
Atendamos
el consejo sabio
Mosheh Rabenu pronunció un gran discurso, que
comenzó con las palabras de esta parasha. Y los sabios de nuestro pueblo
coinciden en afirmar que estas son básicamente una repetición de lo que ya está
escrito en los otros cuatro libros de la Torah, en especial lo que se refiere
al cumplimiento de las mitsvot. Si
tenemos en cuenta que la Torah debía ser escrita, posiblemente podemos
encontrarnos con que la repetición podría no ser tan necesaria.
No nos vamos a referir a la repetición en sí,
sino más bien al hecho de que Mosheh emprendió la noble tarea de “asegurarse”
que su pueblo había entendido e interiorizado adecuadamente las directrices de
El Eterno, Bendito sea. Cuando un padre amoroso se preocupa constantemente por
el bienestar de sus hijos, de seguro podemos creer que dicha preocupación se
refleja en los consejos permanentes sobre los mismos asuntos de la vida diaria.
Para algunas personas esta insistencia puede
ser quizá hasta aburrida, pues normalmente es realizada utilizando el mismo
tono de voz, ya que se trata del mismo asunto. Para otras, puede ser un asunto
indiferente, pero hay quienes sí van a considerar el consejo como un tesoro que
vale la pena guardar celosamente. Y es a este grupo al que pertenece la
generación que escuchó las últimas palabras del gran maestro.
Cuando el hijo del rey Shlomoh, Rejaväm,
quería tomar consejo para saber cómo gobernar a su pueblo, consultó a los
ancianos, pero también a los jóvenes y, al seguir la indicación de estos
últimos, la división de Yisrael no tardó en llegar. Esto nos indica que el
consejo experimentado, desinteresado, pero sobre todo sabio de nuestros
mayores, debe ser tenido en cuenta porque sus palabras no sólo denotan un mejor
conocimiento que el nuestro, sino que en cierta forma ellos obtienen gran
deleite con el sólo hecho de prodigar sus consejos.
Teniendo en cuenta que no quedaba mucho tiempo
para que Mosheh muriera, sus palabras cobran un especial valor, pues además esa
coyuntura hace que su consejo adquiera mayor relevancia. Por decirlo
figuradamente, él no tenía nada que perder, y por ello toda palabra hacia su
pueblo era en verdad lo que éste necesitaba escuchar; y además estaban de acuerdo
con el nivel de qedushah que él tenía
en ese momento, pues había razones de peso para considerar lo que él iba a
decir como si saliera de la Boca de El Eterno directamente.
En nuestra vida podemos experimentar
situaciones comparables; cuando nos es dicha una palabra de aliento,
reprensión, ayuda, consejo o cualquier otro asunto similar, nuestra actitud sin
ninguna vacilación debe ser escuchar atentamente, puesto que de seguro vamos a
encontrarnos con perlas de sabiduría que bien haremos en llevar a la práctica,
y que son necesariamente para nuestro bien.
Sepamos que las canas no son gratuitas; el
aspecto exterior de nuestros mayores nos indica que ellos ya “tienen un espacio
ganado” dentro del respeto que los demás les deben prodigar en toda situación. Los
ejemplos que conocemos de la Torah y los demás Escritos Sagrados son
suficientes como para que sepamos que buen final tienen quienes escuchan los
buenos consejos de los mayores. Y por ello, la generación que entraría a la
Tierra Prometida entendió perfectamente la conveniencia de escuchar con toda
atención a Mosheh.
¿Pueden los mayores equivocarse? Por supuesto
que sí; pero en asuntos en los cuales ellos nos llevan buena ventaja, la verdad
es que no hay mejor camino que acatar sus directrices, pues normalmente ello es
signo de un buen final. Y si pedimos su consejo, que no sea para tenerlo como
“beneficio de inventario”, sino para que estemos dispuestos a seguirlo. Esto
hará de nosotros discípulos verdaderamente aprobados, que es lo que tanta falta
hace.
LECTTURAS
Yeshayahu
1:1-8: “Visión de Yeshayahu
hijo de Amots, la cual vio acerca de Yehudah y Yerushalayim en días de Üziyahu,
Yotam, Ajaz y Jizqiyahu, reyes de Yehudah. Oíd, cielos, y escucha tú, tierra;
porque habla El Eterno: Crié hijos, y los engrandecí, y ellos se rebelaron
contra mí. El buey conoce a su dueño, y el asno el pesebre de su señor; Yisrael
no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento. ¡Oh gente pecadora, pueblo
cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a El
Eterno, provocaron a ira al Santo de Yisrael, se volvieron atrás. ¿Por qué
querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma,
y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él
cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni
vendadas, ni suavizadas con aceite. Vuestra tierra está destruida, vuestras
ciudades puestas a fuego, vuestra tierra delante de vosotros comida por
extranjeros, y asolada como asolamiento de extraños. Y queda la hija de Tsion
como enramada en viña, y como cabaña en melonar, como ciudad asolada.”
Yeshayahu
1:9-15: “Si El Eterno de los
ejércitos no nos hubiese dejado un resto pequeño, como Sedom fuéramos, y
semejantes a Ämorah. Príncipes de Sedom, oíd la palabra de El Eterno; escuchad
la Torah de nuestro Elohim, pueblo de Ämorah. ¿Para qué me sirve, dice El
Eterno, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de
carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de
ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando
venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana
ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y Shabat, el convocar
asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes.
Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi
alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras
manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la
oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.”
Yeshayahu
1:16-20: “Lavaos y limpiaos;
quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo
malo; aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced
justicia al huérfano, amparad a la viuda. Venid luego, dice El Eterno, y
estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca
lana. Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis
y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de El Eterno lo
ha dicho.”
Yeshayahu
1:21-27: “¿Cómo te has
convertido en ramera, ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la
equidad; pero ahora, los homicidas. Tu plata se ha convertido en escorias, tu
vino está mezclado con agua. Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de
ladrones; todos aman el soborno, y van tras las recompensas; no hacen justicia al
huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda. Por tanto, dice el Señor, El
Eterno de los ejércitos, el Fuerte de Yisrael: Ea, tomaré satisfacción de mis
enemigos, me vengaré de mis adversarios; y volveré mi mano contra ti, y
limpiaré hasta lo más puro tus escorias, y quitaré toda tu impureza. Restauraré
tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te
llamarán Ciudad de justicia, Ciudad fiel. Tsion será rescatada con juicio, y
los convertidos de ella con justicia.”
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