Toldot
(Bereshit 25:19 -28:9)
Haftara: Malaji 1:1 –
2:7
El
Eterno sí cumple
Y Ësav vendió su primogenitura; este es un caso único en
la Escritura, en el que el hijo mayor tiene en poca estimación un privilegio
tan grande. Podríamos preguntarnos: ¿Qué hubiera pasado si no accede a la
demanda de Yaäqov? Esta pregunta no tiene respuesta, porque de hecho no sucedió
así; lo único que podríamos decir es que El Eterno ya lo tendría previsto y
tendría la solución para ello[1].
Lo que sí podemos afirmar es que nuestro lugar no nos ha sido asignado por
azar; por el contrario, la condición de la que disfrutamos corresponde a un
plan maestro diseñado en la eternidad, para que cumplamos a cabalidad lo que se
nos ha encomendado. Ësav fue inferior a lo que se le asignó, y por ello su fin
sería servirle a su hermano. Nosotros, en lugar de mirar hacia los lados para permitir que aparezcan
sentimientos como la envidia, debemos hacer lo nuestro según nuestras
capacidades.
Y Yitsjaq no fue claro con
Avimelej en el asunto de su esposa; El Eterno no necesita de nuestra ayuda, por muy piadosa
que parezca; de hecho no necesita de nada ni de nadie. Por lo tanto, si nuestro
ancestro no hubiera cometido este error, con absoluta seguridad El Eterno
habría obrado de tal manera que Rivkah no hubiera sido abordada por Avimelej.
Las pruebas que nos son asignadas tienen un propósito y es que las superemos,
para que nuestro carácter poco a poco sea formado en la dirección correcta.
Pero también en este caso El Eterno impidió que las cosas tomaran el rumbo
equivocado. Esto tampoco es un llamado a una vida de contemplación en la que no
actuamos sino que “esperamos” pasivamente; definitivamente nuestra misión no es
“contemplar” sino “actuar”, pero obviamente sin salirnos del camino.
Y Yaäqov engañó a su padre,
secundado por Rivkah;
si somos realmente conscientes de la acción de Yaäqov, tendremos que decir que
fue una falla grave en extremo, pues estaba engañando a su padre, a quien le
debía el más absoluto respeto[2].
Aquí aplica exactamente el comentario anterior, pues Rivkah y Yaäqov actuaron
como si pretendieran “ayudarle” a El Eterno, Bendito sea; esta fue, más que una
buena intención por cumplir con los planes de El Eterno, una falta de fe
evidente, que generó no sólo una sed de venganza por parte de Ësav, sino un
temor más que justificado por parte de Yaäqov. De aquí vemos que no sólo valen
las intenciones sino las buenas acciones, que son las que están alineadas con
la Torah; otra cosa no está en la dirección correcta. Eso tampoco significa que
vayamos al extremo de no hacer nada.
Y Yaäqov huyó porque temía por
su vida;
¿qué pasaría si no lo hubiera hecho? De todas maneras esa fue precisamente la
circunstancia que El Eterno utilizó para probarlo, pues de hecho tenía
pendiente su retribución por los engaños anteriores. Con este cuadro vemos que
igual los propósitos celestiales se cumplieron sin demora. En nuestro caso esto
nos enseña que a los problemas es necesario hacerles frente; por supuesto,
cuando la vida está en juego, y es claro que no vale la pena correr riesgos, lo
más prudente es apartarse. Pero insistimos, lo mejor es no propiciar problemas,
que fue lo que ocurrió con Yaäqov; de hecho su nombre le fue cambiado después,
porque ya su carácter era el que El Eterno deseaba.
[1] La línea de pensamiento que se refiere a la existencia de mundos
paralelos, que corresponderían a “lo que hubiera sucedido si no escogemos el
camino por el cual vamos actualmente”, también por supuesto ve que aún en ellos
El Eterno domina todo, y por ello nada se le escapa de su control.
[2] Paradójicamente, Ësav no le mintió a su padre, pues de verdad lo
honraba, a tal punto que, de acuerdo con las enseñanzas de varios sabios de
nuestro pueblo, los hijos de Ësav siguen siendo recompensados hoy en día con el
dominio sobre las naciones, por causa de la noble acción de Ësav, a quien se
considera la persona que más ha honrado a su padre, incluso por sobre los más
grandes tsadiqim.
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