domingo, 11 de diciembre de 2022

HAFTARA DE LA PARASHA 8 Vayishlaj (Bereshit 32:4 - 36:43)

 

Vayishlaj

(Bereshit 32:4 - 36:43)

Haftara: Övadiah 1:1-21

Una lucha fructífera

 La lucha que tuvo que emprender Yaäqov con el enviado de El Eterno es mucho más de lo que en sí está escrito; y es éste uno de aquellos pasajes en los cuales el relato está cargado de enseñanzas que bien vale la pena revisar, pues de aquí aprendemos verdaderas joyas que es en gran manera importante tener presentes en nuestro diario caminar, que debe proyectarse hacia la Luz Infinita del creador. Veamos cuáles son éstas:

 Y  La lucha sucedió antes de encontrarse con su hermano Ësav; a pesar de que el enviado era el ángel de Ësav (de acuerdo con los sabios de bendita memoria), de todas maneras era un enviado de El Eterno para cumplir una misión en aquel momento, y por lo tanto en últimas lo que buscaba era el fortalecimiento de su carácter y determinar si efectivamente iba a responder de manera adecuada a la tentación de engañar de nuevo a su hermano, o incluso a la tentación de no enfrentar los problemas que fueron ocasionados por él mismo. El hecho de que el ángel hubiera sido enviado para este propósito nos enseña que efectivamente nuestro ancestro estaba listo para asumir los retos que le estaban preparados en adelante.

Y  El ángel no puede vencerlo; si hemos de ser exactos, un ángel, en términos “humanos”, tiene un poder infinitamente mayor que un hombre, pues está capacitado para cumplir la misión encomendada por HaShem, por difícil que sea; lo que pasa aquí es que a él no le es permitido ir más allá de las capacidades de Yaäqov, que es a quien el Cielo está probando para ver su estatura espiritual; entonces lo que el ángel está es “sopesando” la calidad espiritual de Yaäqov, que resultó esta vez con una “alta calificación”; esto es, estaba listo para acometer la difícil tarea de enfrentar no sólo a Ësav sino las demás pruebas que habrían de sobrevenirle, muy duras por cierto. Pero sólo así puede ser probado un tsadiq. Esto nos enseña que si vienen las pruebas, “démosles la bienvenida”, porque ello es muestra de que El Eterno tiene un gran propósito para nuestra vida; no creamos que una vida plácida significa una buena estatura espiritual; mejor dicho, si no somos probados, tenemos suficientes motivos para preocuparnos.[1]

Y  El muslo de Yaäqov fue descoyuntado; esta escena nos muestra que no por ser instrumentos idóneos “siempre la pasaremos bien”; por el contrario, seremos sometidos con gran frecuencia a pruebas que nos irán puliendo realmente; la cojera que caracterizó a nuestro patriarca el resto de sus días nos hace ver que aunque el camino sea duro, y muy frecuentemente se nos presenten problemas, podremos superar los obstáculos que se nos presenten, pues nuestras limitaciones, representadas en la cojera, serán un fiel testigo de que sí podemos satisfacer las demandas divinas. Pero la cojera también representa la humildad con la cual debemos conducirnos en todo; es posible que seamos señalados injustamente o, menospreciados sin razón, pero El Eterno está delante de nosotros como nube que nos conduce de día y como antorcha que nos guía en la noche; y cuando nuestros detractores quieran hacernos daño, Su Presencia estará presta a ayudarnos, como ha sucedido siempre con el remanente fiel.

Y  El nombre de Yaäqov fue cambiado por Yisrael; al haberse comprobado por el Cielo que nuestro patriarca no era más el engañador de otros tiempos, y que su carácter había madurado en gran manera, El Eterno decidió cambiar su nombre, que no es otra cosa que la manifestación externa de su nueva naturaleza: Ahora sus acciones estarían del lado de El Eterno, y serían una prueba de que la Luz del Santo de los santos brillaba en él. Además el cambio de nombre indica que una gran fortaleza para resistir los embates de las fuerzas oscuras estaba creciendo progresivamente, anticipándose con ello a lo que sería la historia de nuestro noble pueblo.

 Este pasaje nos enseña entonces que un tsadiq necesariamente debe mostrar su condición ante El Eterno para que pueda ser instrumento efectivo para los propósitos celestiales. El resultado final de la lucha de Yaäqov con el ángel nos muestra un cambio de nombre, lo que significa que la nueva naturaleza de nuestro patriarca había sometido por completo a su vieja naturaleza; ahora estaba capacitado para que su vida estuviera sometida a los designios de El Eterno, sin importar cuán fuertes pudiesen ser sus futuras pruebas.

 Después de este evento Yaäqov tuvo que soportar la pérdida de Rajel, la muerte de su padre y la penosa desaparición de Yosef, pero en estos casos su actitud fue bien distinta; aunque posteriormente de todas maneras cometió errores, la Presencia de HaShem le acompañó porque en medio de sus faltas, que fueron opacadas por sus virtudes, fue fiel a la misión que le fue encomendada.

 Por tanto, podemos tener la absoluta certeza de que también nosotros, aunque quizá no tengamos la talla espiritual de nuestro ancestro, estamos en capacidad de aportar lo que nos es encomendado, y con “nota alta”, esto es, según lo que El Eterno requiere. Habrá pruebas y situaciones adversas, que no son sino oportunidades para seguir abriendo el camino hacia la Luz, que en últimas es nuestro objetivo final. Lo demás es pasajero


[1] Lo que se sabe de plano que no sirve, obviamente no requiere prueba, pues de entrada ya está descartado para algún propósito, ya que se sabe que “no dará la talla”.

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